martes, 5 de febrero de 2013

Perdón a la vida por la mía, Perdón al amor, perdón a la madre y a la amistad.


Si tuviera que pedir perdón un día.
No deseo vivir pidiendo perdón por mi vida, pero a cada momento hago cosas que siento a meritan pedir perdón. Es más, siento que necesito humillarme para que sea de verdad y pague por mis daños, ya que, siento (y recalco siento) que hago tanto daño a las personas que me rodean que a menos que me arrodille y les pida perdón no servirá de nada.
Siempre me estoy disculpando por las cosas que hago y ya mis palabras parecen no significan nada para mi y creo para el resto. Qué debo hacer para mitigar la culpa?
Llevo un tiempo pensando, más bien tomando las fuerzas para arrodillarme frente a ella y pedirle perdón por lo mala que soy. Cómo las personas pueden quererme si soy lo peor.
Soy una maquina de tortura que aprieta, aprieta y aprieta hasta dejar sin aliento y acabar con todo rastro de dignidad de las personas. No quiero vivir torturando. Que horrible esencia me me he creado.  Soy como un alma en pena, como cuerpo de carne y hueso que deambula, soy la muerte misma que viene a llevarse al sufrimiento eterno a quienes estén a mi alrededor. No se amar.
Perdón a todos quienes tendrán que tratar con mi persona; los barreré y pisoteare hasta que no quede rastro de su ser. Así soy. Así me crié. Así me forme. Así amo. Así odio. Y así además intento proteger, porque no supe darme cuenta antes para poder cambiar.. Porque no tengo salida. Mi carne dice víbora. De mi boca vomitare la ponzoña que los ha de envenenar.
Mis manos rasgaran sus vestiduras y les gritare! Mueran todos!. -Y como un susurro- perdónenme.
La hoz no me ha llegado a un, pero tanto tormento algo de divino debe tener. Debe ser la preparación. Mi limbo al fin acaba. Yo terminare de llevarme a los vivos. Debo terminar mi camino que me prepara.
La pena, la amargura, la desdicha. Humillación. Soy todo en un solo cuerpo. Compadezco a mis cercanos de su poca distancia con mi corazón porque donde mi brazos lleguen llegara la desdicha y  donde mi corazón alcance también lo hará el dolor. Ya no puedo reprochar a quienes se marcharon si sintieron el miedo. Percibieron la desgracia y alcanzaron  a huir. A quienes abrase y de mi se abrazaron, les cabo la tumba poco a poco.
El tiempo transcurrirá y cuando la belleza ya no exista y no haya rastro del velo que todo lo ilumina, cuando la piel seca y la carne lacia sean la evidente verdad, se darán cuenta de lo tristes que vivieron, pero ya habrá sido tarde porque me alimente de sus vidas, como un zángano. Les bebí la jugosa vida y con ella viví. Pero debo partir, y me los llevo a todos para no estar sola.

Escrito hoy. Diario de una niña suicida.

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